Jesús Miguel Alonso Chumi en la columna de hoy en su blog La plazulea perdida escribe sobre La Rioja y los riojanos (y de Leiva como telón de fondo).
La Rioja tiene límites, bandera propia, parlamento y gobierno, aunque
hay vino de Rioja navarro y también alavés–si aquí fuéramos
nacionalistas, ya estaríamos pidiendo la devolución de los territorios
«históricos»– y existe una Riojilla burgalesa. Saber quienes son
riojanos, es más difícil, porque ahora dicen que es riojano todo aquel
que vive y trabaja en La Rioja, y así hay riojanos que son
paquistaníes, rumanos, ecuatorianos, colombianos, chinos…; y también,
riojanos que son ortodoxos, islámicos, budistas, animistas…; y riojanos
blancos, negros, árabes, amarillos, cobrizos... ¿Y quién es el
forastero? Seguramente nadie, porque sabemos que «En La Rioja, nadie es
extranjero», «Peregrino, en Nájera eres najerino», «Haro está con París
y Londres», etc. O quizás siga siendo el forastero aquel señor de
Bilbao, que ahora se pasea con un periódico en euskera y, además de
«agur», dice otras palabras en vascuence, sigue hablando muy alto y
entendiendo de todo, le continúa gustando el clarete y se ha comprado
un piso en Ezcaray, con bodeguita, aunque la llame “txoco”. Respecto a
la bodega, se sigue sabiendo dónde está, pero en cuanto a «¿de quién
es?», no es asunto claro; en la que yo ceno los sábados, en un cortado
del Tirón, bajo el arrullo de los chopos y el rumor impenitente de la
vieja corriente, cuando llega el recibo de la contribución, dice que
sus propietarios son J. B. Chavarri y 22 más; y de una cosa estoy
seguro: todos son riojanos, aunque bastantes vivan, trabajen y voten
fuera de La Rioja, pero ellos conocen bien las palabras de Homero: «Yo
no puedo concebir otra cosa más dulce que la propia patria», y es bien
sabido lo que dijo el poeta: «La patria del hombre es la niñez».